El cambio climático que estamos causando los humanos está haciendo llegar los desastres naturales a lugares donde, hasta ahora, no había. El mapa mundial de zonas afectadas por grandes catástrofes como por ejemplo tormentas tropicales o grandes incendios forestales está cambiando rápidamente y hay muchos lugares que no están preparados por entomar-las y que tendrán que adaptarse y desarrollar planes de contingencia para fenómenos que, hasta ahora, los eran prácticamente desconocidos.
Los Estados Unidos, un gran ejemplo
Los Estados Unidos, un país enorme y con zonas muy diversas, es un buen ejemplo de este cambio, como explica un artículo publicado hace poco a ‘The Verge’: en California, donde las sequías y los incendios son cada vez peores, llegó una tormenta tropical que sacudió Los Angeles; la Costa Este, donde normalmente hay huracanes, quedó cubierta de humo de incendios que quemaban a centenares de kilómetros. Y hablante de fuego, Hawái ha sufrido los peores incendios de su historia.
El cambio climático está multiplicando los riesgos
Los indicios del que está pasando son bastante claros, como también lo son las causas. Las emisiones de gases de efecto invernadero son el principal causante de acontecimientos meteorológicos extremos en todo el mundo, desde los huracanes que se alimentan del calor del mar hasta las grandes sequías que facilitan incendios forestales cada vez más catastróficos y episodios de contaminación por humo como el que, el pasado mas de junio, hizo que Nueva York ocupara temporalmente el primer lugar de ciudades más contaminadas del planeta.

Las zonas afectadas, pues, tendrán que aprender a adaptarse a la nueva realidad. El problema, está claro, es que a menudo no cambian unos fenómenos por otros sino que los nueces se suman a los que ya estaban, haciendo que sea mucho más complicado tanto prepararse como recuperarse de un desastre antes no llegue el siguiente. Los efectos, además, pueden sumarse haciendo, por ejemplo, que una zona quemada sea mucho más vulnerables a grandes precipitaciones, huracanes o inundaciones. Los riesgos, pues, se multiplican.
Los efectos socioeconómicos de los desastres
Esto, además, tiene unos impactos socioeconómicos muy importantes, afectando gravemente el funcionamiento de las economías y de la vida de las personas. Y la economía, precisamente, y su desarrollo, puede ser todavía más responsable de la situación del que parece a simple vista. En Hawái, por ejemplo, el colonialismo de los Estados Unidos y la expansión forzosa de la agricultura en las islas ha transformado el paisaje, haciendo aparecer plantaciones de caña de azúcar y piñas en zonas de bosque tropical húmedo y frondoso y disparando el riesgo de incendios catastróficos como el de este mes de agosto.

Después del fuego, además, la destrucción de zonas como la antigua capital hawaiana, Lahaina, hace temer que los promotores inmobiliarios quieran aprovechar la situación para obtener más beneficios, expulsando la población nativa para hacer nuevos proyectos residenciales. Y es que las comunidades más pobres siempre son las principales víctimas no solo de los desastres naturales sino del que viene después, siente los últimos en conseguir ayuda para recuperar su vida normal y corriendo el riesgo, como en este caso, de acabar teniendo que abandonar sus hogares después de todo el que han sufrido.
Las tiritas son muchas, de solución solo hay una
Ante todo ello, y por más que nos preparamos y por más estrategias de mitigación que se implementen para reducir los efectos de estos desastres, solo hay una solución real: eliminar las emisiones de gases de efecto invernadero, que impedirán que la situación empeore y, con el tiempo, llegarán a revertirla. Y por muchos problemas que tengamos en nuestra vida diaria, mirar algo más allá y exigir a los políticos y los empresarios que no acaben de destruir del todo nuestro futuro es un deber que tenemos como ciudadanos, como habitantes del planeta y hacia las generaciones futuras.