Un gran cambio global hacia los alimentos basados en plantas puede ser una pieza clave en el camino hacia la sostenibilidad global. En un nuevo artículo publicado en ‘Nature Communications’, un equipo de investigadores del Instituto Internacional para el Análisis de Sistemas Aplicados afirma que, si el 2050 se hubiera conseguido sustituir el 50% de la carne y los lácteos por alternativas vegetales, las emisiones del sector agrícola relacionados con el ú del suelo se podrían reducir en un 31% y, además, parar la degradación de los ecosistemas.
El trabajo, además, también apunta a otros beneficios climáticos y medioambientales, derivados de la reforestación de los antiguos pastos que ya no serían necesarias y que podrían reducir en la mitad el declive de la integridad de muchos ecosistemas del mundo. De hecho, calculan los autores, esta restauración de suelos podría llegar a ser un 25% del que aprecio necesario el objetivo 2 de el acuerdo de la COP15 de Montreal.

Un estudio que contempla la complejidad de los sistemas alimentarios
Si bien se han hecho muchos estudios sobre la seguridad alimentaria global y su impacto ambiental, y también sobre los efectos de un cambio a las alternativas vegetales, este es lo primero que tiene en cuenta la complejidad de los sistemas alimentarios. Entender los impactos de los cambios en la dieta muestra claramente cuáles son las opciones para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y también para convertirlas en beneficios para la biodiversidad.
Sin embargo, los alimentos basados en plantas, como por ejemplo los que imitan la carne, no solo son una oportunidad enorme para la seguridad alimentaria, para los objetivos de salud global, para la lucha contra el cambio climático y para la restauración de la biodiversidad. También son un reto tecnológico y político que hay que encarar correctamente si se quieren conseguir los objetivos deseados.

Beneficios enormes
En este estudio, se crearon varios escenarios de cambios en la dieta basándose en recetas basadas en plantas para becerra, cerdo, pollo y leche, diseñadas para que fueran nutricionalmente equivalentes a las originales con proteína animal y realistas en cuanto a las posibilidades y la disponibilidad de ingredientes actuales. Así concluyeron que, si el 2050 la sustitución de la carne por alternativas hubiera llegado al 50%, el impacto de la alimentación respeto los niveles de 2020 habría variado de la manera siguiente:
Todos estos beneficios, además, se podrían aumentar si se restauran las tierras liberadas de la producción de forraje y los pastos usando programas que pongan en primer lugar la recuperación de la biodiversidad, frenando un declive que actualmente parece imparable. Así, concluyen, los cambios de la dieta pueden ser una gran herramienta para lograr los objetivos climáticos y de biodiversidad, siempre y cuando vayan acompañados de políticas que se aseguren la optimización de los procesos para llevar al máximo su potencial.

Las características de cada zona permitirían intervenciones particulares
El estudio, además, también ha detectado diferencias muy importantes en el impacto de estos cambios según las regiones, a causa de la población y la dieta que hay ahora a cada lugar, las diferencias en la productividad agrícola y el papel de cada lugar al mercado internacional de la agricultura. Así, por ejemplo, los beneficios más grande en cuanto a la agricultura estarían en China y en el medio ambiente, en cambio, estarían en la África subsahariana y en América del Sur. Un hecho que podría ser empleado por diseñar intervenciones más orientadas a las necesidades o especificidades de cada región.