El estudio de la velocidad a que se transmite la información al cerebro cambia durante el desarrollo y, hasta ahora, se creía que se estabilizaba a principios de la adolescencia. Ahora, pero, un nuevo estudio publicado en ‘Nature Geoscience’ afirma que la velocidad continúa aumentando hasta principios de la adultez, un hecho que podría ayudar a explicar algunos trastornos mentales e incluso a crear nuevas terapias para tratarlos.
Un elemento importante del desarrollo del cerebro
Algunos problemas de salud mental importantes como la ansiedad, la depresión y los trastornos bipolares a menudo aparecen entre finales de la adolescencia y los inicios de la edad adulta. Es por eso que comprender mejor el desarrollo del cerebro, concretamente de los circuitos cerebrales, puede ayudar a identificar momentos especialmente sensibles donde un tratamiento adecuado podría tener efectos muy positivos.
Lo connectoma humano, la estructura de caminos neuronales del cerebro y el sistema nervioso, se desarrolla a la vez que las personas. El conocimiento sobre como estos cambios afectan la velocidad a que se transmiten las señales neuronales, pero, no se ha descrito en suficiente detalle, todo y su importancia.

Una evolución mucho más larga del que se pensaba
En este estudio, los investigadores estimularon el cerebro de 74 personas de entre 4 y 54 años que sufren epilepsia para ver cuánto tardaban las señales a viajar entre varias regiones cerebrales. Los resultados muestran que la velocidad de transmisión al seso aumenta a lo largo de la niñez y todavía más allá, estabilizándose, según el caso, entre los 30 y los 40 años.
Así, si en un adulto es el doble que la de un niño, en la edad adulta también es más rápida que en la adolescencia. Esta velocidad, como es de imaginar, se mesura en milisegundos. Así si en un niño de 4 años una señal tarda 45 milisegundos al ir del córtex frontal al parietal, en un paciente de 38 años tarda unos 20 milisegundos. En comparación, un parpadeo dura entre 100 y 400 milisegundos.
Una vez vista esta evolución, los investigadores quieren entender mejor como cambia la velocidad de transmisión en las personas que sufren enfermedades neurológicas, para ver si hay diferencias notables que puedan ayudar a comprender estos males y, con suerte, mirar de ayudar los pacientes.