Que el cambio climático está afectando y afectará las sequías y las olas de calor es muy sabido. De qué manera, pero? En la revista ‘Proceedings of the National Academy of Sciences’, un equipo de investigadores norteamericanos ha investigado la relación entre ambas cosas para mejorar la comprensión y ayudar a prepararnos para cuando se produzcan y ser más resilientes, descubriendo nuevos elementos que nos pueden permitir entender más profundamente el fenómeno.
Los científicos han documentado los efectos de las sequías crecientes y los incendios forestales de los pasados tres años, especialmente los grandes fuegos que afectaron California en 2020 y Australia durante la temporada 2019-2020. Una combinación de sequía y ola de calor (CDHW por sus siglas en inglés) que puede ser devastadora puesto que los impactos de ambas cosas se superponen, llevando a un aumento de enfermedades y muertes por calor, escassedat de agua de boca y para los cultivos, reducción de las cosechas, aumento del riesgo de incendios y un gran estrés para los ecosistemas.

Hay que reducir emisiones e implementar estrategias de adaptación y mitigación
El cambio climático de origen humano, está claro, tiene una influencia importantísima, y es por eso que los investigadores han comparado dos escenarios muy diferentes: el peor, en que no mitigamos los efectos del cambio climático; y uno de moderado, en que se ponen en marcha algunas medidas con los recursos necesarios para hacerlos efectivos. En el primer caso, a finales del siglo XXI un 20% de las tierras emergidas del mundo sufrirán dos CDHW cada año, que pueden durar hasta 25 días y ser cuatro golpes más severos que ahora, en que se producen 1,2 cada año y duran menos de 10 días.
Las regiones más afectadas serán el este de Norteamérica, el sudeste de América del Sur, Europa Central, la África Oriental, el centro de Asia y el norte de Australia. Los investigadores subrayan que este aumento de la frecuencia y la intensidad de los CDHW durante las próximas décadas es una amenaza muy grande y que como de graves se vuelvan depende, en gran medida, del éxito que tengamos reduïnt las emisiones de carbono a la atmósfera.
Este estudio, pues, es una contribución importante a la comprensión de los cambios en la meteorología extrema en el futuro y pose de manifiesto todavía más la importancia no solo de la descarbonización sino también de las estrategias de adaptación y resiliencia, especialmente en las regiones más vulnerables y dónde, ahora sí, se tiene una idea de cómo evolucionará la situación.