El año 1986 siempre será recordado por uno de los grandes accidentes ambientales de la historia, como fue el desastre de la central nuclear de Chernóbil. La magnitud del desastre acabó siendo el principio del final de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Desde entonces, se instauró una área de exclusión con un radio de 30 kilómetros a la redonda alrededor de la antigua central nuclear de la población soviética y se prohibió el acceso al personal no autorizado, a pesar de que varios curiosos se han acercado.
Las especies, pero, nunca se han ido del área de exclusión de Chernóbil, y una de ellas es el lobo (

Una investigación desde el 2014
Cara Love, bióloga evolutiva y ecotoxicología del laboratorio de Shane Campbell-Staton de la Universidad de Princeton es una de las investigadoras que analizaron los lobos de la zona de exclusión de Chernóbil. El año 2014 pusieron collares de radio y cogieron muestras de sangre de los lobos para comprobar la respuesta de estos animales a la radiación que causa el cáncer. Los collares llevaban un dosímetro, y Love explica que obtenían datos «en tiempo real de donde están y a cuánta radiación están expuestos». Los lobos de Chernóbil están expuestos en 11,28 miliremos de radiación cada día, una cifra seis veces superior al límite legal de seguridad para un trabajador humano mediana.
Love descubrió que los lobos que viven en la zona de exclusión tienen el sistema inmunitario alterado, muy parecido al de un paciente que sufre cáncer y que recibe tratamiento de radiación. De hecho, la bióloga ha identificado partes del genoma del lobo que parecen resistentes a un mayor riesgo de cáncer.

