Los ‘Homo naledi’, una especie prehumana que vivió en el sur de África hace entre 335.000 y 235.000 años, enterraba a sus muertos y grababa símbolos a las paredes mucho antes que lo hiciéramos tanto nosotros como los neandertales. En una serie de estudios disponibles en el servidor de prepublicación ‘bioRxiv’ y que serán publicados próximamente en ‘eLife’, un equipo internacional de investigadores afirma que este homínido con un cerebro relativamente pequeño se podría haber avanzado en 160.000 años a nuestra especie, basándose en los hallazgos hechos recientemente a dos cuevas subterráneas.

Un homínido que podría haber estado ‘muy humano’
Estos descubrimientos podrían indicar que, aunque hasta ahora se haya pensado que este tipo de comportamientos –entierros, simbología– aparecieron en homínidos con el cerebro más grande, un pariente mucho más humilde en este sentido podría haber estado mucho más ‘humano’ que no nos pensábamos y mucho antes que nosotros. Las tumbas de ‘Homo sapiens’ más antiguas tienen 78.300 años y las neandertales unos 70.000, mientras que los símbolos y patrones geométricos más antiguos de especies humanas tienen unos 100.000 años.

Las pruebas no son totalmente definitivas
Si bien el entierro premeditado del ‘Homo naledi’ parece claro, el origen de los grabados es más difícil de demostrar puesto que los triángulos, cuadrados y cruces que se han encontrado a las cuevas podrían, técnicamente, haber sido hechos por ‘Homo sapiens’ que hubieran accedido más tarde. E incluso en el caso de los funerales, algunos investigadores creen que podría ser fruto de la casualidad. No es la primera vez, de hecho, que los científicos concluyen que las pruebas presentadas sobre la posibilidad que los ‘H. naledi’ enterraran sus muertos son poco definitivas.
En cuanto a los grabados, y teniendo en cuenta las características del lugar donde han sido encontradas, los ‘naledi’ tendrían que haber tenido herramientas capaces de rayar una roca extremadamente dura. Además, las formas geométricas encontradas son muy parecidas a los encuentros, ya en la Edad de Piedra, tanto en los neandertales como en nuestra especie. El misterio, pues, continuará abierto, y las capacidades de los ‘Homo naledi’ continuarán siendo puestas en entredicho, como mínimo, hasta que aparezcan indicios más definitivos de estas actividades o, por el contrario, hasta que se consigan refutar del todo.