A pesar de que la percepción pública es que el problema fue resuelto con éxito hace años, el hecho es que el agujero de la capa de ozono es cada vez más grande, volviendo a posicionarse como un problema que hay que abordar. Esto, cuando menos, es el que afirma un artículo publicado en ‘Nature Communications’, donde un equipo de investigadores se fija en este fenómeno, de que los CFCs no son los únicos responsables, y mira de averiguar qué está pasando exactamente.
Durante los últimos cuatro años, el agujero de la capa de ozono ha estado particularmente grande y permanente. En este estudio, pero, se ha ido mucho más allá, y se han analizado los cambios mensuales y diarios en el ozono, a diferentes altitudes y latitudes de la zona antártica, entre 2004 y 2022. Entre las conclusiones más preocupantes es que en el centro del agujero hay mucho menos ozono que hace 19 años. Un dato que se contradice, de hecho, con el que afirman otros estudios recientes.

El que dicen los datos del estudio
Los datos disponibles también permiten hacer conexiones entre los cambios en el ozono y en el aire que llega al vórtice polar que hay justo encima de la Antártida. Es esto, precisamente, el que hace pensar que los CFCs no son el único responsable de la situación. Desde la aplicación de Protocolo de Montreal, el 1987, el uso de estos compuestos ha caído en picado y, de hecho, la capa de ozono se recuperó visiblemente, pero ahora puede haber otros factores complejos que contribuyen al empeoramiento detectado.
Los efectos del agujero de la capa de ozono en el clima
Entender la variabilidad del ozono, además, es importante porque tiene un papel clave en el clima del hemisferio Sur, influenciando fenomens tan violentos como los grandes incendios forestales y los ciclones que han sufrido tanto Australia como Nueva Zelanda. A pesar de que su impacto es diferente al de los gases de efecto invernadero, el ozono absorbe luz ultravioleta, y si no lo hace no solo puede causar que los niveles de estos rayos aumenten muchísimo al Antàtida sino que también tiene un impacto muy significativo en la manera como se almacena al calor a la atmósfera.
Son estos cambios, precisamente, los que hacen variar los patrones del viento a todo el hemisferio y, de retruque, el clima a la superficie, cosa que puede tener impactos muy grandes a nivel local. Así pues, habrá que continuar investigando para comprender mejor este sistema tan complejo, que está provocando los cambios negativos que sufre y de qué manera, si es que hay, podemos intervenir para que la mejora de la capa de ozono vuelva al ritmo que había mantenido durante las primeras décadas después del Protocolo de Montreal.
