Un nuevo estudio publicado este jueves en la revista científica Science y que ha contado con la participación del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF) alerta que las sequías largas y extremas tienen un impacto directo en el ecosistema. Concretamente, el estudio señala que los episodios de sequías hacen que la capacidad que tienen los pastizales y matorrales de absorber y almacenar el carbono se reduzca.
Los investigadores han analizado los datos de 74 ecosistemas de pastizales y matorrales de seis continentes con características climáticas diferentes. El grupo de investigación ha construido estructuras de manipulación de lluvia que reducían la cantidad de precipitación a cifras concretas -siguiendo las indicaciones científicas- y han constatado que, tal como señala la investigación hecha por la Universidad Estatal de Colorado, un período de sequía extrema de cuatro años hace que se duplique la pérdida media de productividad vegetal -la tasa a la cual las plantas obtienen nueva materia orgánica- en comparación con las zonas a las que se sometió a una sequía moderada. Los resultados del estudio muestran que los ecosistemas sometidos a una sequía extrema perderían esta productividad y esto haría que la capacidad de los matorrales y los pastizales para absorber dióxido de carbono de la atmósfera y almacenarlo en su biomasa y el suelo se redujera y provocara graves perjuicios para el ecosistema. De hecho, los investigadores señalan que actividades económicas como la ganadería y la agricultura se verían seriamente amenazadas, ya que los animales utilizan los pastizales para alimentarse y los matorrales y pastizales actúan como barreras naturales contra la erosión y son reservorios de biodiversidad.
Los investigadores alertan que las sequías más nocivas son aquellas que durante varios años implican una falta de lluvia y son extremadamente intensas. Josep Peñuelas, investigador del CSIC en el CREAF y coautor del estudio, alerta que estos episodios de sequías extremas y continuadas eran «históricamente raros, ocurrían una vez cada cien años» pero que los efectos del cambio climático han provocado que aumente su frecuencia y duración.

Las zonas sensibles del planeta
Los investigadores, además, han podido constatar que hay diversas zonas del planeta como son el Mediterráneo, el suroeste de los Estados Unidos, el África austral y el Asia central que son especialmente sensibles a los efectos de esta pérdida de la capacidad de absorber y almacenar el carbono. Este tipo de regiones áridas o semiáridas como el Mediterráneo donde se sufren episodios de sequía recurrentes pueden interrumpir la aparición de nuevas plantas o reducir drásticamente su fecundidad y dejar expuestos los ecosistemas.
Por otro lado, destacan que las zonas más húmedas del planeta presentan mejores resultados, ya que hay una mayor resistencia a los efectos de la sequía porque hay más reservas de agua y humedad, y una mayor diversidad. Los investigadores, sin embargo, alertan que aunque estas zonas, como el norte de Europa, tienen unos mejores resultados no están seguras del todo, ya que si las sequías extremas aceleran mucho su frecuencia estos territorios también se verían expuestos a sus efectos y podrían sufrir una caída de la productividad que podría llegar al 160%.