El cambio climático, a pesar de que algunos piensen que no, es una realidad. Y una de las muestras más claras, y alarmantes, la encontramos a la disminución de las reservas de agua subterránea de la tierra. La revista Nature ha publicado un estudio en el cual se muestra este grave problema ambiental y las posibles consecuencias que podría comportar para la especie humana. El estudio señala que el ritmo de descenso de las aguas subterráneas es desproporcionado respecto al ritmo con el cual estas reservas se acumulan.
Qué sabemos de estas aguas
Hay que destacar que las aguas subterráneas son una de las grandes fuentes de agua potable del planeta (36%), y es la mitad del agua utilizada para el riego, es decir, clave para el consumo humano e industrial. Se acumulan bajo tierra, por los poros y las grietas que se producen a las rocas. Pero como todos los recursos naturales del planeta, no es infinito, y el proceso de acumulación necesita grandes periodos de tiempos y actualmente hay un ritmo de extracción mayor y provoca un desequilibrio ambiental alarmante.
Un problema de 40 años de duración
Uno de los factores claves para entender cómo es de grave este problema, puesto que según investigadores de la Universidad de California, Santa Bàrbara (EE. UU.) el nivel del agua subterránea de la Tierra ha disminuido un 71% desde 1980, y esta disminución se ha acelerado de forma grave a partir del año 2000. Es decir, durante 40 años la Tierra ha consumido más agua subterránea de la que ha generado.
De hecho, entre los datos que reunieron los investigadores encontramos que entre el año 2000 y el 2019 se perdió una cantidad de agua más grande a la del lago Superior -lo más grande del mundo, y tercero en volumen-.

¿Qué puede suponer esto?
La mayor parte de esta agua se utiliza para alcanzar la agricultura, esto implica que sería el sector más afectado en un momento de carencia de agua subterránea, y especialmente crítica sería la situación a las zonas agrícolas del norte de India y China, el oeste de los Estados Unidos, y el norte de África y el Oriente Medio. De hecho, en estas regiones la reducción de estas aguas ha caído más de medio metro por año, mucho por sobre la media.
Esta reducción del agua subterránea comporta peligros que no se ven a simple vista, puesto que puede favorecer que el agua salada llegue a entornos de agua dulce y afectar el ecosistema, que el caudal de los ríos se reduzca y se altere el ciclo hidrológico o que se produzcan hundimientos de suelo, erosiones y se incremente el riesgo de inundación.
Los expertos apuestan para hacer un seguimiento cuidadoso, preciso y continuado de los niveles de las aguas subterráneas, controlar y regular las extracciones con cuotas, impuestos y sanciones por las empresas que operen al margen de la ley y, finalmente, invertir en mejoras de infraestructuras para almacenar, transportar y tratar el agua como es debido.