Un equipo de investigadores de la Universidad de California – San Francisco, en los Estados Unidos, ha descubierto marcadores del dolor crónico en el cerebro de cuatro pacientes. Este hallazgo, publicada en un artículo en ‘Nature Neuroscience’, permite ampliar la investigación en este campo y apunta a nuevas maneras de reducir el impacto de este problema de salud tan grave.
Un problema muy común y difícil de estudiar
El dolor crónico es mucho más común del que acostumbramos a pensar y, además, es un problema muy complejo, puesto que intervienen el cuerpo, el cerebro, el contexto, las emociones y las expectativas. Todo ello hace no con solo que parezca invisible desde el exterior sino que, además, sea muy difícil de tratar. Es por eso que este nuevo estudio, que aporta una manera de hacerle un seguimiento, puede ser tan importante.
Siguiendo dos regiones del cerebro
En este trabajo, los investigadores implantaron electrodos en el cerebro de cuatro voluntarios con dolor crónico, que podían monitorizar y estimular dos zonas: el córtex orbitofrontal y al córtex anterior cingulado. Si el último se cree que está involucrado en la manera como sentimos el dolor, el primero no, pero tiene muchas conexiones con regiones que sí que se relacionan.
Durante entre 3 y 6 meses, los electrodos siguieron las señales cerebrales de estas personas para ver como los afectaba el dolor crónico, a la vez que llenaban formularios donde ponían nota al dolor que sufrían entre dos y ocho veces cada día. Usando el aprendizaje automático, los investigadores relacionaron el nivel de dolor de que informaban con los patrones de actividad cerebral, descubriendo un marcador para cada participante.
Un posible biomarcador
Si bien estos patrones eran únicos en cada persona, había elementos en común: la actividad del córtex orbitofrontal, que es justo detrás de los ojos, crecía y disminuía con el nivel de dolor de los pacientes. En algunos casos incluso se vieron patrones claros de dolor, como por ejemplo una fluctuación en ciclos de tres días.
Así pues, esta actividad podría ser un biomarcador fiable del dolor crónico que ayude los profesionales médicos a seguir las respuestas a los tratamientos e incluso a diseñar de nueces. Sin embargo, teniendo en cuenta que solo se han estudiado cuatro casos, tres derivados de un ictus y uno con dolor fantasma después de una amputación de pierna, habría que ver si los resultados se pueden generalizar a otros pacientes.
