Un nuevo estudio liderado por investigadores de Leibniz-Zentrum für Archäologie (LEIZA), en Maguncia, y la Universidad de Bonn ha aportado nuevas muestras sobre cómo se organizaban y se relacionaban las poblaciones de la edad del bronce final (1600-1200 a.C.). El estudio, publicado en el portal científico Nature Communications se ha basado en las prácticas de enterramiento en Mongolia y han podido documentar que dos grupos de pastores nómadas que vivieron en el país asiático durante el segundo y el primer milenio a.C. (uno en el sur y sureste y el otro en el oeste y el centro de Mongolia) y que incluso llegaban a compartir el mismo paisaje ritual, enterrando a sus muertos en las laderas de la misma montaña, en el valle de Orkhon, en el centro de Mongolia.
A pesar de que se descubriera que compartían el mismo paisaje ritual, los investigadores pudieron revelar diferencias marcadas en la forma en que cada grupo colocaba a sus muertos para descansar, ya que el grupo occidental había enterrado a sus muertos mirando hacia el noroeste mientras que los del grupo oriental estaban orientados hacia el sureste. Además, las estructuras de enterramiento también eran diferentes, ya que el grupo occidental construyó montículos de piedra típicos del llamado Complejo de Piedra Ciervo-Khirigsuur (DSKC) mientras que el grupo oriental construía tumbas de piedra más pequeñas y en forma de figura.
Esto, junto con análisis de ADN realizados, muestra que estos grupos vivieron durante siglos sin mestizaje. La doctora Ursula Brosseder, jefa del Departamento de Prehistoria de LEIZA y coautora principal del estudio, señala que “nuestro análisis del ADN humano antiguo muestra que estos dos grupos se mantuvieron genéticamente diferentes durante unos 500 años, a pesar de vivir en proximidad”.
La edad del hierro lo cambió todo
Con la aparición de la edad del hierro, las costumbres de estas sociedades cambiaron. La cultura de enterrar a los muertos con losas de piedra evolucionó la tradición oriental y se extendió hacia el oeste sustituyendo las costumbres funerarias también del grupo occidental. “Nuestros nuevos datos muestran que este cambio no solo fue cultural sino también genético”, dice Jan Bemmann, profesor de arqueología histórica prehistórica y temprana y miembro de las áreas de investigación transdisciplinaria “Individuals & Societies” y “Present Pasts” en la Universidad de Bonn. “Nuestro estudio hace una contribución importante a nuestra comprensión de cómo la identidad genética y la práctica cultural interactuaron en una de las regiones más antiguas del mundo de la ganadería”, sentencia Brosseder.