Conseguir bajar la temperatura global es una de las grandes obsesiones de la comunidad científica. Ahora, los investigadores de la University College London (UCL) pueden haber encontrado la tecla adecuada como es añadir partículas a la atmósfera para poder reflejar la luz solar. Esta técnica, de hecho, se podría aplicar desde ahora mismo porque muchos aviones -de gran tamaño y capacidad- ya podrían realizar esta misión (como por ejemplo los Boeing 777F).
El estudio de los investigadores de la UCL se ha basado en la simulación de diversas estrategias de inyección de aerosoles y han llegado a la conclusión de que la misión podría funcionar notablemente a partir de 13 km sobre las regiones polares, donde enfriaría significativamente, mientras que cuanto más cerca estuvieran del ecuador esta nueva forma de enfriar el mundo perdería eficacia.
Una arma de doble filo
A pesar del beneficio que esto puede suponer, hay varios retos que pueden suponer un arma de doble filo, ya que el diseño y la construcción de aviones no comerciales para desarrollar esta tarea sería muy costoso. Un costo elevado que aún sería alto en caso de construir y diseñar aviones comerciales que pudieran hacer el trabajo. Además, el tiempo de diseño y fabricación de este tipo de aeronaves se estima que sería de cerca de una década. De hecho, Wake Smith, profesor de la Escuela de Medio Ambiente de Yale, explica que «a pesar de que las aeronaves preexistentes aún requerirían un programa de modificación sustancial para poder funcionar como aviones cisterna de despliegue, esta vía sería mucho más rápida que diseñar una nueva aeronave de gran altitud».

Además del costo que supondría la construcción, hay un riesgo ambiental como es la inestabilidad que puede producir la inyección de aerosoles en la atmósfera. Elos investigadores señalan que estos aerosoles deben introducirse y reducirse de forma gradual para evitar que se desequilibre el clima provocando calentamientos o enfriamientos súbitos. Además, aunque sería un avance contra el calentamiento global, los investigadores aseguran que no acabaría con la imperiosa necesidad de reducir las emisiones.