Los anticuerpos maternos influyen en la efectividad de la vacuna contra la malaria en bebés. Así lo ha concluido un estudio liderado por el Instituto de Salud Global (ISGlobal) de Barcelona, cuyos resultados se han publicado esta semana en la revista The Lancet Infectious Diseases. La investigación sugiere que los anticuerpos maternos que atraviesan la placenta contribuyen a una «menor eficacia» de la vacuna contra la malaria en bebés menores de 5 meses. Este es el primer análisis que examina el efecto combinado de la edad, la exposición previa individual y los niveles basales de anticuerpos específicos, ya sea transferidos pasivamente de la madre al feto o adquiridos activamente por el bebé al contraer la enfermedad.
Según la información facilitada en un comunicado, los investigadores han analizado muestras de sangre de más de 600 bebés (entre 5 y 12 semanas de edad y entre 5 y 17 meses), que participaron en el ensayo clínico de fase 3 de la vacuna RTS,S/AS01E en hasta siete centros repartidos por varios países africanos. Gracias a este estudio, se ha podido detectar que los anticuerpos maternos anti-CSP disminuyen entre los primeros 3 y 6 meses de vida y pueden interferir en la eficacia de la vacuna, observando que, cuanto más alto es el nivel de transmisión de la malaria, más anticuerpos maternos se transmiten al bebé disminuyendo la eficacia de la vacuna. Así pues, las indagaciones encabezadas por el ISGlobal concluyen que los bebés de menos de 5 meses pueden beneficiarse de la vacunación contra la malaria en áreas de baja transmisión de la enfermedad, donde las madres tienen menos anticuerpos, y también durante brotes en regiones sin malaria y en poblaciones que estén migrando hacia una zona de alta transmisión.
El momento y el nivel de anticuerpos, factores clave
«Los resultados destacan la necesidad de considerar el momento y los niveles de anticuerpos maternos contra la malaria para mejorar la eficacia de la vacuna en los bebés más pequeños y vulnerables», señala al respecto la investigadora de ISGlobal Gemma Moncunill. El estudio ha contado con financiación del National Institute of Allergy and Infectious Diseases, que forma parte del National Institutes of Health de los Estados Unidos.
