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Más de 3,000 científicos del mundo dibujan un mapa del cuerpo humano célula por célula

Explicar y dar sentido al mundo que nos rodea ha sido, desde siempre, una de las grandes necesidades de la humanidad. Clasificar y poner nombres a todo lo que descubrimos es esencial para que exista dentro del imaginario colectivo. Si no se le pone nombre, si no se etiqueta y se describe, en cierta manera, no existe. Y la herramienta perfecta para dibujar la realidad en la que vivimos de forma precisa y manejable son los mapas. Los mapas en sentido amplio: no solo estamos hablando de mapas geográficos o políticos, sino también de mapas conceptuales y teóricos como la tabla periódica, que nos ayuda a poner nombres y apellidos a la química que nos rodea.

En las últimas décadas los científicos se han embarcado en el diseño de un mapa que ya no es para definir lo que tenemos alrededor, sino para definirnos a nosotros mismos a partir de la unidad básica de la biología: la célula. Desde 2016, miles de expertos de todo el mundo se han sumado a un consorcio internacional de investigación dedicado a cartografiar todos los tipos de células del cuerpo humano, en todos los aspectos posibles. Desde el desarrollo hasta la vejez, teniendo en cuenta la inmensa diversidad de perfiles celulares humanos que existe mundialmente (género, etnia, edad…). Esto se traduce en intentar cartografiar los 37.2 billones de células que se estima que configuran una persona, en la máxima diversidad posible para que sea representativa y utilizable para todos.

Este es el logo de Human Cell Atlas (HCA) | HCA

La tarea es titánica. Por eso, ya son más de 3,600 científicos, de 1,900 instituciones diferentes provenientes de un centenar de países –y van en aumento– los que trabajan para dar vida al Human Cell Atlas (HCA; en español, Atlas Celular Humano). Y el miércoles pasado surgieron los primeros frutos del proyecto, gracias a la publicación de una serie de más de 40 artículos de investigación biomédica desarrollados gracias a la información recopilada hasta ahora. Y esto es solo el comienzo. Tal como advierten las principales impulsoras del proyecto, las biólogas Aviv Regev y Sarah Teichmann, vendrán muchos más.

Para Regev y Teichmann, el atlas puede llegar a transformar la manera en que entendemos la biología, la salud y la enfermedad, y está abriendo las puertas a una nueva era en la medicina de precisión. El potencial del HCA es tan esperanzador porque recupera y enfatiza los básicos de la biología. La idea es sencilla: para estudiar la biología humana, es primordial conocer las células en detalle porque son la unidad funcional y estructural.

Ahora bien, hasta ahora, en la investigación biomédica, era fácil perder la individualidad de cada célula en la masa del tejido del que formaba parte. Aviv Regev utiliza una metáfora para explicarlo. Imaginemos que cada célula de nuestro organismo es un tipo de fruta diferente. Fresas, plátanos, melocotones, naranjas… Hay muchas fresas, diferentes entre sí, pero que se pueden identificar como fresas y diferenciar claramente de los plátanos. Ahora bien, normalmente, para estudiarlas en laboratorio, no se podían observar una por una, sino que se tomaba una muestra de tejido, con todo tipo de frutas mezcladas, se procesaban y se analizaban juntas. Es como si se estuviera estudiando un batido de frutas sin distinguir sus ingredientes. Con los avances en las nuevas tecnologías (sobre todo, lo que se llama single cell transcriptomics), ahora es posible analizar cada célula individualmente, y dentro de un tejido, saber cuántas células hay y de qué tipo son. Ya no tenemos batidos: hemos conseguido macedonias.

Aprovechando esta tecnología, el proyecto de HCA aspira a caracterizar cada fruta, cada célula del cuerpo humano, y configurar el equivalente a un DNI celular, personal e intransferible, para conocer con detalle su función en el conjunto. Y con el DNI de cada célula, construir una especie de Google Maps biológico de referencia para saber orientarnos dentro del cuerpo humano sano. Individualizar de esta manera las células es esencial, porque aunque todas las células de un organismo tienen la misma información genética, cada una de ellas la lee de manera diferente. El Proyecto Genoma Humano de los años 90 nos ayudó a descifrar las instrucciones genéticas de nuestras células, pero ahora, el Atlas Celular Humano pretende entender cómo cada célula lee y utiliza las instrucciones. Es una información crucial para entender cómo funciona el cuerpo humano en buen estado de salud, pero también, y más importante, identificar qué va mal en las enfermedades. Y, al parecer, es una información que muy pronto tendremos al alcance en acceso abierto. Si todo va bien, entre 2025 y 2026 se publicará el primer borrador del atlas.

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