Un nuevo estudio indica que se puede aprender del entorno sin necesidad de una tarea concreta o una meta específica. Es decir, incluso cuando parece que una persona no está atenta o se ha distraído, su cerebro está activo y se está ‘entrenando’ solo. Un aprendizaje autodidacta que se había relacionado más con la IA que con el cerebro humano y que ahora se ha demostrado que es un proceso biológico profundamente activo en los cerebros animales.
Para demostrarlo, los investigadores monitorizaron la actividad de decenas de miles de neuronas en el córtex visual de ratones, a los cuales les permitieron explorar libremente un entorno generado con realidad virtual que era un largo pasillo decorado. Observaron que los animales solo caminaban, exploraban, pero no tenían un objetivo predeterminado. Para poder observar cómo funcionó la exploración de los ratones, los investigadores compararon dos grupos: unos que exploraron el entorno y otros que fueron entrenados con un objetivo concreto. Observaron que aquellos que habían explorado previamente aprendieron más rápido las asociaciones [de texturas con recompensas] cuando se introdujo la tarea, un hecho por el cual se cree que su cerebro ya había procesado y estructurado su entorno.
Los investigadores pudieron descubrir que sin una tarea concreta hay varias áreas del córtex visual que están activas y ofrecen características del entorno. Un procesamiento que cuando se asignó una tarea se suma a la información recibida. Marius Pachitariu, uno de los autores principales del estudio, señala que “es completamente posible que gran parte de la plasticidad neuronal se produzca simplemente con la misma exploración del entorno del animal”.
No hacer nada, una forma de aprender
La neuroplasticidad de los cerebros animales hace que se rompa el mito de que quien está distraído no hace nada. De hecho, no hacer nada es, paradójicamente, una forma de aprender, ya que la simple exposición al entorno, sin objetivos, también genera cambios duraderos en el cerebro. Y es que el córtex visual activa varias zonas en caso de tener alguna tarea concreta o si está explorando de forma libre.

Estos hallazgos no solo implican que estar distraído no es perder el tiempo, sino que también puede tener implicaciones profundas en el desarrollo cognitivo y el conocimiento de este proceso que tenemos los humanos. Y es que con la exploración sin objetivo el cerebro ‘se entrena’ y puede crear modelos de cómo es el mundo y se prepara para aprender más eficientemente cuando surjan necesidades. Además, también abre nuevas puertas al desarrollo mental que los humanos tienen para interactuar con el mundo que los rodea y puede suponer diversas incógnitas en el mundo de la educación.
