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Descubren los restos más antiguos de humanos comiendo caracoles

Según parece, los humanos que vivían en el sur de África hace unos 170.000 años se alimentaban de caracoles de tierra gigantes que cocinaban a la brasa. En un artículo publicado a ‘Quaternary Science Reviews’, un equipo de investigadores ha anunciado el descubrimiento de las restos más antiguos de esta práctica gastronómica tan apreciada a nuestro país. La diferencia, pero, es que los caracoles que comían nuestros antepasados eran mucho más gordos que los que cocinemos nosotros.

Un alimento fácil de conseguir y muy nutritivo

Hasta ahora las pruebas más antiguas del consumo de caracoles por parte de los humanos tenían 49.000 años de antigüedad en la África y 36.000 años en el caso de Europa. No parecía difícil, pero, que los hombres y mujeres primitivos vieran en los caracoles gigantes de la África, que pueden ser de la medida de una mano humana, una fuente de alimento muy fácil de conseguir y a la vez nutritiva.

Los restos de caparazones encontrados a la cueva Border, en Suráfrica, indican claramente que los cazadores-recolectores que vivían hacían hogueras y, después, cocinaban los caracoles en las brasas para comérselos. Según parece, además, fue un alimento habitual como mínimo entre hace 160.000 y 70.000 años, tal como muestran la cantidad de restos encontrados a los sedimentos correspondientes a este periodo de tiempo.

La cueva Border, en Suráfrica, contiene restos de las poblaciones humanas que vivieron durante decenas de miles de años
La cueva Border, en Suráfrica, contiene restos de las poblaciones humanas que vivieron durante decenas de miles de años

Un animal cazado por quien tenían la movilidad reducida

Esto, por lo tanto, invalida la idea que, de manera general, los caracoles no habían sido un alimento corriente hasta finales de la última Edad de Hielo, hace entre 15.000 y 10.000 años. Mucho antes, los humanos del sur de África ya buscaban caracoles gigantes para llevarlos en la cueva, cocinarlos y comérselos. Además, según los investigadores, debía de ser un trabajo reservado a las personas con la movilidad más reducida por la edad o por alguna lesión, mientras que los adultos más capaces se dedicaban a la caza de animales más rápidos y peligrosos.

De hecho, la facilidad de comer los caracoles y sus propiedades nutritivas los hacían perfectos para los niños y para las personas más grandes. Así pues, esta manera de repartir y compartir tanto la busca de alimento como su resultado es una muestra de comportamiento social cooperativo que ya era presente en los inicios de nuestra especie.

Este descubrimiento incluso podría apuntar que, si bien hasta ahora se había dado mucha importancia a la alimentación a base de pescado y marisco como empujón para la evolución del seso humano, los caracoles podrían haber estado un elemento más crucial.

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