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La UB investiga la muerte de un científico a causa del mal de las vacas locas

La Universitat de Barcelona (UB) hace tres meses que lleva a cabo una investigación interna sobre las circunstancias que llevaron en la muerte de un científico que estudiaba la enfermedad de Creutzfeld-Jakob, la versión humana del conocido como ‘mal de las vacas locas’. Según informa ‘El País’, el investigador murió el año pasado después de sufrir síntomas compatibles con esta enfermedad causada por priones y la UB busca el origen de miles de muestras no autorizadas, algunas de ellas infectivas, que eran en un congelador del laboratorio 4141, donde trabajaba la víctima.

Investigador principal con grupo propio

El investigador, un bioquímico, también era miembro del Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge y del consorcio CIBER, instituciones que se han sumado a los procedimientos abiertos por la UB a raíz de la inquietud de los otros trabajadores de la instalación, que no saben qué riesgo de infección corrieron sin saberlo. Se incorporó en el laboratorio 4141 de la UB, en la Facultad de Medicina en l’Hospitalet de Llobregat, en 2018, como investigador principal en un grupo propio donde también acabó entrando su esposa, y plegados hicieron algunos adelantos importantes en el estudio del líquido cefalorraquídeo humano.

El Hospital de Bellvitge | ACN
El Hospital de Bellvitge, cerca del laboratorio donde tuvieron lugar los hechos | ACN

A finales de 2020, el científico pidió la baja porque no se encontraba bien. Sus síntomas, los más importantes de los cuales eran una demencia de adelanto rápido y rigidez muscular, eran compatibles con la enfermedad de Creutzfeld-Jakob, y cuando sus compañeros empezaron a saberlo, el investigador pidió privacidad absoluta y escondió el diagnóstico. La esperanza de vida en los casos de esta enfermedad es de seis meses como mucho y la víctima, de 45 años, murió en el jefe de poco.

El descubrimiento de miles de muestras no autorizadas

El mismo diciembre de 2020 el responsable del laboratorio 4141, Isidre Ferrer, catedrático de Patología de la UB y miembro de la IDIBELL, informó que había encontrado por casualidad, en un congelador a -80 °C, muestras de líquido cefalorraquídeo de personas con la enfermedad de Creutzfeld-Jakob y otras demencias neurodegenerativas. Miles de muestras no autorizadas que eran en un cajón reservado para el grupo de investigación de la víctima y que no tenían registro de entrada. Ante esto, la UB cerró y descontaminar el laboratorio.

‘El País’ cita Gabriel Capellá, director del IDIBELL, para informar que hay un máximo de ocho personas que trabajaron en el laboratorio en aquella época, además de la víctima e isidre Ferrer. A pesar de que tanto la UB como la IDIBELL consideran que el riesgo era «intolerable» y que algunos de quienes lo corrieron sin saberlo han necesitado atención psicológica, no hay constancia de ningún accidente laboral en que se pudiera haber produit una infección.

Este pequeño seso, cultivado en un laboratorio, es capaz incluso de aprender a jugar a un videojuego | Cortical Labs
Unas muestras no autorizadas pueden haber causado la tragedia | Cortical Labs

Posibles vías de infección

A pesar de que la enfermedad de Creutzfeld-Jakob y otras enfermedades parecidas causadas por priones normalmente son de causa desconocida y hay uno o dos casos por cada millón de habitantes, se han detectado algunos casos causados por contacto con instrumentos quirúrgicos contaminados por estas proteínas anormales, que se acumulan al seso dándole la apariencia de esponja que les da el nombre de encafalopaties espongiformes.

Las instituciones implicadas enviaron las muestras sospechosas en un centro especializado del País Vasco el diciembre de 2022 –dos años después de los hechos– y este los confirmó que las muestras eran potencialmente infectivas. Las instituciones informaron los trabajadores de la situación cuatro meses más tarde, en julio. En declaraciones en ‘El País’, Capellá afirma que se puede discutir si han sido «más o menos rápidos» pero que no se puede dudar de la transparencia de tres instituciones que han sido «garantistas».

El laboratorio no estaba preparado

Por otro lado, el diario también afirma que el laboratorio 4141 no estaba preparado para trabajar con muestras de alto riesgo biológico y que «ni siquiera tenía campana de bioseguridad». El consorcio CIBER firmó un acuerdo el 2018 para que este grupo de investigación trabajara con las muestras peligrosas en el laboratorio de alta seguridad del CReSA de Bellaterra y, por lo tanto, no había ninguna razón porque el material contaminar fuera en el laboratorio 4141 más allá del ahorro de tiempo en los experimentos.

El director del IDIBELL recuerda que la víctima era un investigador «prometedor y brillando» que pasó años trabajando en el Centro Médico Universitati de Göttingen, en Alemania, bajo las órdenes de Inga Zerr, una de las principales expertas del mundo en la enfermedad de Creutzfeld-Jakob. La gerente de CIBER, Margarita Blázquez, apunta que el periodo de incubación de la enfermedad puede ser de varios años de forma que, si realmente esta fue la causa de la muerte de la investigación, se podría haber infectado allá o en algún otro de los laboratorios donde trabajó.

El resto de trabajadores del laboratorio continúan intranquilos

La viuda del científico no ha respondido a los intentos de ‘El País’ para contactar con ella. Pidió la baja poco después de que su marido, y la UB, la IDIBELL y el CIBER investigan si ambos manipularon estas muestras peligrosas en el laboratorio 4141 sin autorización. De momento, además, se sabe que una compañera del grupo, que trabajaba a las órdenes del finado, trabajó con muestras potencialmente infectivas sin haber sido informada.

Según la oficina de la seguridad de la UB las muestras solo podían ser un problema en caso de inoculación o ingestión accidental durante la manipulación, no obstnt esto la documentación interna recoge la alarma que se desató al recinto, con los investigadores muy preocupados por el tiempo que se ha tardado a determinar el origen de la infección del muerto y la duda de sí, de aquí unos años, podrán sufrir el mismo fin a causa de una contaminación no controlada en el laboratorio.

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