Cataluña es una tierra de bosques. Sus usos, sean industriales o de ocio, repercuten a la economía catalana y en las vidas de los catalanes. Por eso evitar que se produzcan incendios en los bosques es uno de los grandes retos que año tras año se enfrentan las administraciones del país. Pero los trabajos para evitar el fuego (o la intervención posterior después del incendio) son una carrera de fondo que se tiene que preparar durante todo el año. En una conversación con Món Planeta, los expertos del Proyecto Bosques de Montaña, de la Universitat de Barcelona y de la Generalitat de Cataluña, señalan dos factores, entre los miles que hay, que son claves para evitar el fuego en el bosque: La prevención y la conciencia.
Para preservar los bosques de Cataluña y que no se produzcan incendios hay un montón de trabajo escondido, un trabajo que no luce tanto como podría ser una intervención heroica de los bomberos, pero que probablemente tiene una importancia mucho más fundamental para los ecosistemas catalanes. José Ángel Terés, jefe de la Sección de Gestión de la Prevención de Incendios Forestales e ingeniero forestal al departamento de Acción Climática explica que se dividen entre los «trabajos de campo», que son la «construcción de infraestructuras para reaccionar al incendio o el mantenimiento de caminos», mientras que, por otro lado, hay las tareas de mantenimiento, como puede ser crear depósitos de agua o establecer las zonas estratégicas de gestión forestal -espacios donde la vegetación se rebaja y se elimina el posible combustible, y que desde allá los bomberos puedan combatir-.
Unas actuaciones en los bosques que no disfrutan de la gran repercusión mediática, tal como explica David Montserrat, miembro del grupo de Climatología del Departamento de Geografía de la Universitat de Barcelona, «el no incendio nunca será noticia» y destaca que «los incendios se trabajan en invierno». Unas actuaciones que elogia Andreu González, director y fundador del Proyecto Bosques de Montaña «me gusta reconocer el trabajo que se hace, tenemos muchos bonos técnicos, si no miráis Portugal y Grecia». González, pero, también señala un problema para efectuar estos trabajos: «la atomización de propietarios es muy grande, y además tenemos un reto principal, que es el reto demográfico».

Conciencia de la población y autoprotección
Uno de los detalles que señalan los expertos es el papel individual que juegan las personas. Un factor muy importante, puesto que el 76% de la superficie forestal de Cataluña es privada. José Ángel Terés apunta a un factor fundamental: la autoprotección «porque si te llega un fuego no te mueras». El jefe de la Sección de Gestión de la Prevención de Incendios Forestales explica que por ley tiene que haber un espacio defendible de 25 metros al radio de los edificios y las urbanizaciones y tiene que estar desbrozado. Terés señala que la acción individual es clave para ayudar a los bomberos, puesto que «tienen que salvar las personas, no el bosque. Si las personas están protegidas, los bomberos pueden trabajar, pero si no el fuego avanza».
Por eso, los expertos coinciden en el hecho que un factor clave es la percepción que la gente tiene del bosque y del terreno forestal. José Ángel Terés pide que «el usuario tiene que ser consciente del entorno en el cual vive, donde va y no puede pretender que el entorno se adapte a su manera de hacer. Tienes que ser consciente que no es el mismo una ciudad que un bosque, te tienes que preocupar de donde vas y saber que las cosas que haces tienen consecuencias». Terés, además, se muestra muy contundente con uno de los lemas que más se ha extendido por la población catalana, que es el de ‘La montaña es de todos’, una frase que niega al instante, puesto que para Terés «la montaña no es de todos, hay propiedades» y pone un ejemplo del impacto que supone el cambio ciudad-bosque y la percepción de los catalanes, puesto que «se han multiplicado las poblaciones de perros en la ciudad y cuando van al bosque los llevan desatados. Esto está provocando ataques a las manadas y que en el Montseny y el Pirineo se haya establecido la obligación de llevarlos ligados».

David Montserrat y Andreu González piden una acción concreta a las administraciones: campañas de concienciación. Montserrat pose de ejemplo Suiza, donde «se han volcado y se han esforzado porque se invierta en su paisaje y las montañas estén cuidadas con marketing y publicidad». González señala que se tiene que fomentar un «consumo de proximidad, consumir productos de país», un motivo económico que va ligado al abandono de pueblos por falta de trabajo o no poder sobrevivir con la actividad económica, un hecho por el cual González pide tener «responsabilidad cívica», puesto que para que «no se queme el bosque hace falta que no perdamos los pueblos».
Por su parte, José Ángel Terés explica que «las campañas publicitarías ya las conoce la gente» pero que la mayoría de problemas, acciones incívicas que ensucian el bosque y pueden incrementar el riesgo de incendio se producen desde la «carencia de empatía o el desconocimiento, una carencia de respecto a la población local».
Un peligro constante
Terés y Montserrat coinciden en un hecho: el peligro de incendio no es solo característico del verano. José Ángel Terés señala que «el peligro de incendio es muy complejo y se está desestacionalizando», un hecho que también constata David Montserrat, que explica que la tipología de los incendios en Cataluña eran los «incendios por viento», una tendencia que empezó en los años 90, cuando «empezamos a tener incendios por calor en una dinámica de cambio climático». «Los incendios en Cataluña no son por viento, son calor y sequía combinadas con viento. No puede haber un incendio en cualquier momento del año, pero se está perdiendo la estacionalidad».

