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Que viene el lobo! El pánico humano perjudica el ecosistema

Como los tigres en Indonesia y la India o los leones en los países africanos, los lobos son los grandes depredadores naturales de Europa. Son la especie de cánidos más grande del planeta, con un peso medio de 40 kg, y un marcado comportamiento social. Su gran resiliencia y adaptabilidad les ayudaron a poblar la mayor parte del hemisferio norte del planeta durante siglos, extendiéndose a lo largo de Norteamérica, Eurasia y el Medio Oriente, y ayudando a mantener la estabilidad de los ecosistemas de los que formaban parte.

Pero actualmente la situación no es así. La distribución mundial del lobo se vio brutalmente reducida en los últimos 200 años debido a la actividad humana y la caza indiscriminada de los siglos XIX y XX, hasta el punto de que empujó a la especie a las puertas de la extinción en Europa. En los últimos 45 años se ha reconducido parcialmente la situación, con medidas estrictas de protección para el lobo en la Convención de Berna que han conseguido que la población europea se haya duplicado de 11,193 a 20,300 ejemplares en una década. Sin embargo, el pasado 26 de septiembre se propuso una reducción del estatus de protección del animal que, entre otras cosas, permite que cada país de la Unión Europea fije una cuota anual de lobos a matar. Excusada detrás del supuesto peligro que implica el aumento de lobos para los humanos y, sobre todo, por los daños ocasionados a los rebaños de montaña, pero con un trasfondo político innegable, la propuesta fue aceptada y aprobada a principios de este diciembre por el comité del Consejo de Europa para la Convención de Berna a petición de la Unión Europea. Ahora habrá que ver cómo se aplica esta decisión en cada estado miembro, ya que en el estado español, donde hay pocos lobos, el grado de protección ya era más alto.

Un lobo detectado en Rupit con cámara de visión nocturna / ACN / Agents Rurals
Un lobo detectado en Rupit con cámara de visión nocturna / ACN / Agents Rurals

Esta decisión no está solo mal informada, sino que puede constituir un precedente peligroso en contra de los esfuerzos de conservación y protección de fauna salvaje. La población de lobos en Europa ha crecido, afortunadamente para el ecosistema, pero aún está lejos de recuperar los números deseables. Y los dos pilares fundamentales sobre los que se sustenta la propuesta de rebaja de protección (el peligro para los humanos y los rebaños de ganado), se rebaten con datos oficiales.

Los lobos no atacan a los humanos: es más fácil ser herido por una vaca

Por un lado, según el Instituto Noruego de Investigación para la Naturaleza, el riesgo de que un lobo ataque a un humano no es nulo, pero es demasiado bajo para poder calcularse y, de hecho, como apunta Rewilding Europe, es irónicamente más bajo que el riesgo de ser herido por una vaca. Los lobos son animales esquivos por naturaleza que evitan el contacto con los humanos siempre que sea posible al considerarlos una amenaza potencial.

Por otro lado, si bien el daño que provocan los lobos a los rebaños de montaña es real, el impacto de la actividad de los lobos en los rebaños europeos es muy pequeño. Se calcula que los lobos son responsables de la muerte de cerca de 40,000 ovejas y cabras al año de los 68 millones de ejemplares que pastan por Europa (un 0.065% del total). Es cierto que el impacto económico que puede suponer individualmente para los ganaderos afectados es sustancial y debe abordarse adecuadamente, pero la respuesta no es rebajar la protección y permitir la caza del cánido. La respuesta es aprender a convivir con ellos. Existen alternativas para hacerlo, que ya se estaban poniendo en marcha en varios países en favor de la convivencia, como pueden ser la instalación de cercas eléctricas, el encierro nocturno del ganado en corrales o el entrenamiento de perros de protección de rebaños.

La caza del lobo, contraproducente para los mismos ganaderos y perjudicial para el ecosistema

Además, la caza del lobo podría resultar ser una medida extremadamente contraproducente y muy perjudicial. Contraproducente porque los lobos se organizan en manadas de 5 a 8 ejemplares y se han especializado en la caza cooperativa para abatir presas grandes como ciervos o jabalíes. Si la manada se fragmenta o reduce por la muerte de algunos de los individuos que la forman por acción de los cazadores (humanos), la caza cooperativa de ese grupo de lobos se complica y hace más posible que busquen presas más fáciles y accesibles, como los rebaños de ganado.

Y es perjudicial porque los lobos son una pieza vital del ecosistema. Son lo que se consideran “especies clave” (keystone species), sin las cuales el ecosistema donde viven se vería forzado a cambiar radicalmente porque no habría ninguna otra especie capaz de llenar su nicho ecológico. El motivo es sencillo y tiene un efecto dominó a gran escala: como superdepredadores en la cúspide de la cadena alimentaria, los lobos ayudan a mantener el equilibrio del ecosistema. Controlan la distribución y población de un gran número de especies de presa –desde ciervos hasta conejos, ratones o aves– a través de la depredación directa o por los cambios conductuales y fisiológicos que les provocan por su simple presencia (lo que se conoce como “ecología del miedo”). Y también ayudan a limitar la dispersión de enfermedades comiéndose animales enfermos.

Por eso, los lobos son necesarios y su retorno a Europa es más que beneficioso. En definitiva, aunque los científicos confían en que la decisión de la Comisión Europea no es desastrosa para la especie porque la población europea es lo suficientemente saludable para soportarla (aunque podría ser fatal para poblaciones locales), es un paso atrás en materia de conservación y protección de fauna salvaje tan surrealista que roza la ciencia ficción. Ni Caperucita Roja, ni Pedro y el Lobo, ni Los Tres Cerditos. El lobo no es el malo de esta película, ni de ninguna otra. Los humanos deben aprender a convivir con él, no perseguirlo.

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