Un nuevo estudio internacional liderado por investigadores de la Universidad de Alicante junto con las universidades de Azuay y la Técnica Particular de Loja (Ecuador) ha mostrado que los humanos tienen un impacto vital en la diversidad de aves de los bosques tropicales del país ecuatoriano. Los investigadores advierten que «la modificación del paisaje y las perturbaciones humanas crónicas alteran de manera compleja la diversidad de aves en los bosques tropicales secos del suroeste de Ecuador, uno de los ecosistemas más amenazados del planeta».
Para comprobar el impacto humano, los científicos han analizado más de 11,000 registros de aves pertenecientes a 110 especies y destacan que la presencia humana tiene un impacto vital para los animales que viven en esta región del planeta. «La transformación del entorno natural por actividades agrícolas es el principal factor que determina la riqueza y la distribución de especies, mientras que la perturbación crónica, como la tala selectiva o el pastoreo, influye en la diversidad funcional a través de cambios en la estructura de la vegetación», aseguran los investigadores.
Un equipo internacional de investigadores liderado por la Universidad de Alicante (UA), con participación de las universidades ecuatorianas de Azuay y la Técnica Particular de Loja, ha publicado un artículo científico que señala que «la modificación del paisaje y las perturbaciones humanas crónicas alteran de manera compleja la diversidad de aves en los bosques tropicales secos del suroeste de Ecuador, uno de los ecosistemas más amenazados del planeta». De hecho, el impacto humano es un arma de doble filo, tal como detalla el autor principal del estudio e investigador del departamento de Ecología de la Universidad de Alicante, Adrian Orihuela. «Los resultados muestran que los paisajes agrícolas, si mantienen parches bien conservados de bosque, pueden albergar una elevada diversidad de aves, pero también que las perturbaciones continuas degradan la estructura forestal y ponen en riesgo funciones ecológicas esenciales», destaca Orihuela. «Los resultados indican que los frugívoros y los insectívoros son los grupos más sensibles a la degradación del hábitat, mientras que los granívoros y nectarívoros pueden beneficiarse temporalmente de paisajes más abiertos», añade.

Desarrollar estrategias de conservación de la diversidad
Los resultados del estudio llevan a los investigadores a destacar que es necesario apoyar el desarrollo de «estrategias de conservación integradas que combinen la protección de bosques bien conservados con una gestión sostenible de las zonas agrícolas», ya que no se puede sobreproteger el hábitat e imposibilitar las actividades económicas. «La clave está en gestionar los paisajes productivos como espacios que también mantienen biodiversidad y servicios ecosistémicos», destaca Orihuela.
