Los lugares sagrados de la cristiandad son, aún hoy, lugares fascinantes que encierran misterios por resolver o directamente por descubrir. El Santo Sepulcro -construido durante la época romana- es uno de esos lugares sagrados para los cristianos, ya que se encuentra donde, según las Sagradas Escrituras, Jesús murió crucificado y se halla su tumba (vacía porque al tercer día resucitó). En el año 2017, los equipos arqueológicos comenzaron a explorar por primera vez estos espacios y en el año 2023 se elaboró un primer informe sobre el avance de las investigaciones.
En un comunicado de Custodia Terrae Sanctae, la coordinadora de la excavación y profesora del Departamento de Ciencias Antiguas de la institución académica, Francesca Romana Stasolla, explica que aunque todavía hay muchos aspectos por descubrir, «algunos puntos parecen claros» y es que las investigaciones señalan que el Santo Sepulcro está construido sobre un terreno rocoso que podría haber correspondido a una cantera de la época paleocristiana y que se habría destinado a uso industrial. «Los análisis arqueobotánicos y, sobre todo, de polen han demostrado la presencia de cultivos de olivo y vid», se añade en el comunicado.

Esta zona de Jerusalén quedó en desuso durante la Edad del Hierro y fue el emperador Adriano (117 al 138 dC), quien durante el siglo II dC refundó la zona para edificar un templo dedicado a Venus. En los Evangelios, esta edificación por orden de Adriano se habría erigido para dificultar el acceso y adoración a la tumba de Jesucristo.
En el informe se explica que a principios del siglo IV, y bajo el mandato del emperador Constantino, se produjo un proceso de monumentalización en el cual el cerro donde se encuentra el Santo Sepulcro se niveló, permitiendo la conservación y posterior revestimiento de una cámara funeraria que se identifica como la tumba de Cristo.
